San Martín de Tours

Vida de San Martín de Tours

Fiesta 11 de noviembre

San Martín de Tours nació en tierras de lo que es hoy Hungría, alrededor del año 316. Su padre, que era soldado romano fue trasladado a Pavía, al norte de lo que es Italia en la actualidad. Allí Martín realizó sus estudios y conoció el cristianismo pues sus padres no eran cristianos.

A los quince años, Martín ingresó en el ejército. Vivió de manera ejemplar como soldado, procurando el bienestar de toda la sociedad, la aplicación de la justicia y la defensa de los derechos de los pobres y marginados. Mientras se preparaba, como catecúmeno, para recibir el bautismo, fue enviado a la ciudad de Amiens (Francia). Un día muy frío de invierno se encontró con un mendigo que no tenía como abrigarse. De inmediato, Martín sacó la espada y dividió su capa en dos partes, dándole la mitad al pobre para que se cubriera con ella. Esa noche vio en sueños a Jesús vestido con la media capa que él había regalado al mendigo, y le dijo:

“Martín, hoy me cubriste con tu manto”.

Entonces, Martín decide dejar el ejército romano y servir a Dios, lo cual no puede hacer de inmediato, al negarle su licencia de retiro el emperador, César Juliano. Cuando las legiones romanas se alistaban para entrar en combate contra los invasores bárbaros, Juliano pasaba delante de las legiones alineadas en perfecto orden, dando un incentivo económico a cada soldado. Aproximándose a Juliano, Martín le dijo: “Hasta ahora, César, he luchado por ti; permite que ahora luche por Dios. El que tenga intención de continuar siendo soldado que acepte tu donativo; yo soy soldado de Cristo, me voy a trabajar por Su Reino y mis premios serán eternos”.

Juliano no permitiría entre sus tropas la deserción. Lo podría mandar a ejecutar, pero Martín era apreciado por los soldados y hacerlo bajaría la moral y ocasionaría descontento en la tropa en la víspera de la batalla, por lo que prefirió desacreditar a Martín diciéndole con voz potente: “Los bárbaros nos atacarán mañana y hemos de responder con contundencia, la seguridad del Imperio peligra. Tu actitud, querido Martín, parece que está más motivada por el miedo que por tus convicciones religiosas. Dices ser cristiano, es decir, cobarde. Tienes miedo de enfrentarte al enemigo”.

Lleno del Espíritu de Dios, Martín respondió: “Mañana, al amanecer, cuando sitúes tus legiones en orden de combate, déjame en primera línea, sin armas, sin escudo y sin casco y me internaré tranquilo en las filas enemigas. Así te probaré mi valor y mi fidelidad y te demostraré que el miedo que tengo no es a morir sino a derramar la sangre de otros hombres”.

Así se acordó. Increíblemente, por la mañana los bárbaros pidieron la paz y se rindieron. Las crónicas oficiales anotaron que los bárbaros no se atrevieron a enfrentarse a la pericia militar de Juliano. Pero algunos legionarios afirmaron que lo que realmente les espantó fue el haber sabido, gracias a sus espías, que los romanos estaban tan seguros de la victoria que había soldados que acudirían al combate sin armas. Juliano no tuvo más remedio que permitirle a Martín dejar la vida militar.

Martín recibió el bautismo y decide permanecer cerca de un santo obispo, llamado Hilario (obispo de Poitiers, Francia) para aprender a vivir como auténtico cristiano. Como Martín, sentía un gran deseo de dedicarse a la oración y la meditación de la Palabra de Dios, el Obispo le dio unos terrenos en un lugar solitario y ahí con varios amigos fundó el primer monasterio de Francia.

En el año 371 muere el obispo de Tours y los cristianos de la ciudad decidieron que el monje Martín fuera su nuevo obispo. Un día fue invitado a Tours con el pretexto de que lo necesitaba un enfermo grave, y apenas Martín entra en la ciudad, lo llevaron a la Catedral donde todos lo aclamaban como obispo, y aunque él quiso huir por considerarse indigno de recibir ese cargo, no lo pudo hacer y fue ordenado obispo de la ciudad de Tours.

Siendo ya obispo, emprendió viajes apostólicos para anunciar el Evangelio, con obras y palabras, y a quiénes no sabían nada del cristianismo, los fue enamorando de Cristo. Vivía sirviendo a su Dios a quién descubría en los hermanos y su amor por los necesitados no tenía medida. Así fue que el obispo Martín, se ganó el cariño de todo su pueblo.

Martín supo por revelación cuándo le iba a llegar la muerte y comunicó la noticia a sus numerosos discípulos. Estos se reunieron junto a su lecho de enfermo y le suplicaban llorando:
«¿Te alejas padre de nosotros, y nos dejas huérfanos y solos y desamparados?».

En respuesta, el santo miró hacia el Cielo y oró: «Señor, si en algo puedo ser útil todavía, no rehuso ni rechazo cualquier trabajo y ocupación que me quieras mandar».

Pero Dios decidió que ya su hijo Martín había cumplido su misión, siendo un gran batallador por el Reino de los Cielos. Eso significa el nombre Martín: “el batallador”. Y se lo llevó al Cielo para que recibiera el premio eterno. Falleció en Candes, Francia, en el año 397, a la edad de 81.

Pidamos a San Martín que nos obtenga de Dios la gracia de recordar siempre que todo favor que hacemos al prójimo lo recibe y lo paga Jesucristo, como si se lo hubiéramos hecho a Él en persona.

El medio manto de San Martín (el que cortó con la espada para dar al pobre) fue guardado en una urna y se le construyó una pequeño santuario para guardar esa reliquia. Como en latín para decir «medio manto» se dice «capilla», la gente decía: «Vamos a orar donde está la capilla». Y de ahí viene el nombre de capilla, que se da a los pequeños salones que se hacen para orar.

Patrono de la Ciudad de Buenos Aires

Toda ciudad que se precie de tal debe tener su santo patrono. Esa fue una de las prioridades a tratar en Buenos Aires durante aquella reunión de 1580. La pregunta que uno hace es ¿Cómo llegó San Martín de Tours a ser Patrono de la ciudad de Buenos Aires?

Y la curiosa historia se remonta al año de la fundación de la Ciudad de Buenos Aires por Juan de Garay. Una vez cumplidos los requisitos de la fundación de una ciudad colonial, en junio de 1580 los primeros pobladores y el clero se reunieron para designar al santo patrono de la ciudad. En un sombrero se colocaron papeles con los nombres de los santos candidatos y un niño sacó uno de ellos; el santo que salió designado es San Martín de Tours; los cabildantes no estaban de acuerdo con que un santo francés sea patrono de estas tierras colonizada por España.

Luego de un breve debate el niño volvió a sacar un papel y el santo que se lee nuevamente es San Martín de Tours; los habitantes vuelven a negarse de que el santo francés sea su protector y por tercera vez se extrajo un papel con el nombre del mismo santo. Así los habitantes interpretaron que era voluntad de Dios que San Martín de Tours sea el santo patrono de la Ciudad de Buenos Aires y respetaron la elección.

A lo largo de la historia, los días de conmemoración del santo eran días de festejos populares en toda la época colonial y después de la Revolución de Mayo. Era uno de los días más importantes en el calendario de la ciudad. El 11 de noviembre había festivales en todas las calles con fuegos de artificio, ese día no se trabajaba y había una procesión en la calle principal.
Al llegar la tarde, las fiestas se trasladaban a las casas con bailes y tertulia de aquella época. Era un día de regocijo y júbilo para todos los habitantes de esta ciudad.

La devoción por el santo era tan grande que el poeta Francisco Luis Bernárdez una vez dijo en su Oración a San Martín, éste, “no teniendo con qué socorrer al mendigo, como aquella causa era justa, desenvainó la espada que llevaba al cinto, rasgó por el medio su capa, le alargó la mitad y siguió su camino, llevando la otra mitad para cubrir espiritualmente al pueblo argentino, que, con el andar de los años, había de nacer aquí, donde nacimos”.

Otros pensadores se han preguntado que guardaba este santo para que sea tan venerado en aquellas tierras; alrededor de más de 200 años después de su elección apareció lo que podría ser la respuesta. Se trata de una coincidencia que algunos adjudicaron a la providencia divina. Pues el “milagro” en Buenos Aires que algunos afirman sobre el santo residía en su nombre ya que éste adelantaba el nombre del libertador y padre de la patria, el general don José de San Martín.

San Martín de Tours – Oración de Francisco Bernardez

El soldado Martín detuvo su caballo, y, volviendo a mirar al mendigo, pensó en el valor que tendría la naturaleza humana en el plan divino, pensó en el valor que tendría la naturaleza de aquel ser desvalido, cuando, para restaurarla, fue menester que lo grande se hiciera chico, que lo infinito se volviera finito, que lo eterno tuviera principio, que la causa se hiciera efecto, que lo absoluto se volviera relativo, que se ofreciera en sacrificio nada menos que la Palabra de Dios vivo; y al pensar en esto el soldado, no teniendo con qué socorrer al mendigo,como aquella causa era justa, desenvainó la espacia que llevaba al cinto, rasgó por el medio su capa, le alargó la mitad y siguió su camino, llevando la otra mitad para cubrir espiritualmente al pueblo argentino, que, con el andar de los años, había de nacer aquí, donde nacimos.

Panqueques

INGREDIENTES

Huevos 2
Harina 220 gramos
Azúcar 3 cucharadas soperas
Leche 1/2 litro
Esencia de vainilla
Azúcar impalpable (para espolvorear)

RELLENO

Dulce de leche

PREPARACIÓN

Paso 1: Si tenemos batidora eléctrica batir los huevos con el azúcar, agregar la leche y la esencia y por último la harina, mezclar bien hasta obtener una masa líquida y sin grumos (también se puede hacer de forma manual con batidor de alambre).
Dejar descansar unos minutos.

Paso 2: Calentar una sartén con un trocito de manteca. Una vez caliente colocar dos cucharadas de la preparación, esparcir hasta cubrir el fondo de la sartén. Cuando este cocido dar la vuelta con ayuda de un cuchillo o espátula. Dejar unos minutos y retirar.

Paso 3: Untarlos con dulce de leche, enrollarlos y espolvorear con azúcar impalpable y servir calientes.

Trucos, Secretos y Variantes para los panqueques:

*Mezclar bien la masa y dejar reposar media hora en heladera.
*La forma más fácil de obtener una masa lisa y homogénea es procesando la mezcla con batidora. Evitará grumos y el trabajo de tener que tamizarla. *Cuando los retire del fuego, apilarlos uno encima de otro tapados con un repasador para que no se sequen.
*Para rellenos salados puede darle sabor a la mezcla, pero los rellenos lucen más con la masa básica.
*Puede congelar tanto la mezcla como los panqueques cocidos. Si congela la mezcla, recuerde poner etiquetas de identificación. Si congela los panqueques utilice