La Madre nos cambió la vida

La Madre nos cambió la vida. Desde la tercera vez que fuimos a la plaza de Escobar vivimos todas esas gracias. Olor a rosa, olor a incienso. Marina, una señora que iba a la plaza, llevó un Sagrado Corazón que Marta le había regalado, y del corazón emanaba un fuertísimo Olor a nardo que todos sentimos. El sol era un regalo para siempre, color turquesa. Cuando estoy triste, angustiada o confundida, lo miro y eso me hace sentir una paz total. En el Santuario de la Medalla Milagrosa, en su día en el año 2001, la imagen inmensa giró la cabeza, me miró y su cara se transformó, en un señor mayor. Después supe que era San Vicente de Paul. Pensé que era para trabajar con niños y pobres, pero La Virgen a través de Marta me dijo «Tenés que trabajar tu humildad». En ese momento eso no me gustó nada porque creía que era muy humilde. Pasaron veinte años y todavía sigo trabajando mi humildad. Esto es nada más que el principio. ¡Gracias Madre!

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Testimonio de Adriana Gomez de Segat