Meditando la Semana Santa

Llegamos al gran momento de Jesús, que es también el gran momento de la historia del hombre. No habrá otro punto igual en la historia de la humanidad. En estas meditaciones para cada día de esta Semana Santa, encontrarás nuestras pobres palabras humanas que intentan penetrar el Misterio de La Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor.

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Oh Señor, en este largo Jueves Santo comienzas Tu Calvario y en Tus Dulces Palabras nos regalás el testamento infinito del Amor Vivo.
Es por eso que a través del tiempo, que en Ti es eterno, nos muestras en Aquella Cena Santa al Hombre Dios arrodillado a nuestros pies, mientras con Tu Humildad y Pureza lavás nuestras miserias y tristezas, para que así te imitemos en el servicio, y seamos verdaderos testigos. Te despojás entregándonos Tu Carne, y queriendo ser aún más pequeño, Te vistes en ell Pan del Cielo del Inmaculado Cordero para vivir por siempre dentro nuestro. Y como si este amor no fuera suficiente, nos diste en el Santo Cáliz Tu Real Sangre, como Primicia Perpetua de Tu Corazón, que Traspasado por nosotros nos redimió. Puedo vert!e, Señor, en aquella Noche amarga en la que por mí Tú todo entregabas.

El abandono y soledad en el Huerto, Tu Sudor de Sangre con el que aceptaste la Voluntad de Nuestro Padre, la traición del amigo que con aquel perverso beso te entregaba a Ti, Nuestro Rey Divino, para hacer!te así finalmente Prisionero y pagar con Tu Sangre el rescate de todos los que quisiéramos amar!te.

Mientras la tierra se oscurecía con golpes, burlas y mentiras, en Tu Cuerpo cargabas todas mis heridas y aún Tus Mejillas ofrecías, porque querías darme Tu Vida. Tu Hermoso Rostro se ha desfigurado, mientras todas nuestras miserias frente a Ti van desfilando. Tus Preciosos Cabellos son teñidos por Purísimos Hilos de Roja Sangre que brilla como Ofrenda Santísima. Tu Boca nos bendecía y entregaba Aquel Día el Testamento del Amor: que nos amáramos los unos a los otros como nos amaste Vos.

Sin embargo Tú, el Amor, hoy sigues siendo profanado porque te seguimos negando buscando falsos amigos que a Ti te han vendido, en los niños que de hambre y sed mueren, en los ancianos despreciados, en los enfermos que no asistimos, en toda mentira e injusticia que quiere borrar Tu Palabra Divina, elevándonos en una torre de vanidades y ruindades que nos llevan a de nuestro corazón arrancarte.

Por eso, mi Amado Jesús, permíteme acompañarte en esta Noche Santa para regalarte, junto a mi alma, mis lágrimas, y así acariciar Tus Pies y Tus Llagas.

Amén.

Oración a Cristo en la Cruz

Oh Señor,
¿Cómo pueden verte los hombres en la Cruz clavado y dejarte allí abandonado? ¿Cómo pueden mirarte y no amarte ni prestar oídos a Tus Latidos que llaman con purísimo amor no correspondido a los hombres que ingratos, despiadados y llenos de pecados te hemos por completo olvidado o negado?
De Vos, Nuestro Dios, nos avergonzamos y juntos en la Cruz te hemos colgado. Tus Santas Llagas nos muestras como mudo Amor por respuesta que das
Tu Vida por la nuestra.
Tu precioso Rostro, Señor, ya no reconozco todo bañado de Sangre y polvo.
Por Tus Ojos se escapa la vida pero todavía me miras con ternura infinita, para en plegaria de Amor decirme “no voy a irme, si en Mí, tú vives”.
Y yo, Señor, quiero abrazarte y así de la Cruz bajarte para ocupar el lugar que por mí ocupaste pues a pesar de ser tan miserable no quiero ya más permitir este ultraje. A mi Rey vestido de Sangre ¡Cómo no puedo amarle!
Si frente a Ti vengo a postrarme, para traspasar con mi pobre amor Tu Santa Carne y así consolarte deshaciendo mi existencia en Ti.
Para sólo en Ti vivir y decirte así siempre sí.

Amén

Snow
¡Ya todo se ha consumado!

Jesús, aunque ya no estás, mis ojos no llego a cerrar y en la Cruz clavado te vuelvo a encontrar, veo Tu Cuerpo sin vida, como cubiero de todas mis heridas.

Y mi corazón se desgarra pues todavía puedo contemplar que ni una sola gota de Sangre te quisiste guardar, porque toda la entregaste ante la mirada de Tu Santa Madre.

En el Sepulcro ya te hemos dejado. Nuestro Jesús Amado ha encontrado finalmente el descanso, ¡porque todo se ha consumado! Y Tú, Madre, como en aquella Cuna de Belén, dejas allí a Tu Hijo Rey. Qué distintos María, aquellos dulces días, a estos de sabor amargo, que por dentro nos están quemando, en los que ya has derramado todo tu llanto, en los que con tu amor continúas la Redención, vestida tú también, de Pasión. María Desgarrada, María de los Dolores, María de la Pasión, María Madre de los hombres, María toda de Dios. Te veo en un rincón hincada y que algo entre tus Manos guardas. ¡Es el Lienzo Santo de la Verónica! Te incorporas y lo extiendes con dulces caricias, posas tus dedos sobre Sus Mejillas queriéndole sanar, como cuando Niño, todas Sus heridas. Ese Dios Niño que vivió dentro tuyo, que cantaba y te abrazaba, que consolaba y bendecía, que sanaba y amaba, y al que tan solo ayer le devolvieron todo el bien hecho, colgándolo de un Madero. Tu Niño fue traicionado y negado, y sin embargo murió amando, porque encarnizado y traspasado llegó a liberarnos. María, envuelta en estos recuerdos tú caes desplomada nuevamente al suelo, y así postrada recorres Su Santa Cara.

Miras tus manos de Madre, aquellas con las que con Él jugaste y junto a tu pecho tantas veces Lo abrazaste. Esas manos que ayer tarde Lo estrecharon al descenderlo de Aquel Madero y se tiñeron de la Preciosa Sangre de Tu Pequeño, que cual Pura Hostia se ofrecía para darnos la vida. Su Sangre… aún está fresca sobre la tierra, que La toma sedienta para ser purificada. María, Madre sin descanso, en tu Corazón a tu Niño estás velando, porque Lo quieres ver Resucitado. Lo estás esperando, por eso permaneces orando para tenerlo nuevamente entre tus brazos, Sano, Vencedor, mostrándose como Rey Dios. Tú sabes bien que Jesús resucitará, por eso tu Corazón no deja de orar, tú solo quieres apurar esa hora gloriosa, la hora de la Gran Victoria. María, aquella pequeña Niña, aquella pequeña de Nazaret con su Sí, se convierte en el Calvario en Madre de la Cruz y la Esperanza, en Señora de la Resurrección. Tú supiste ser, en medio de tu dolor, el Arca del Amor y la esperanza. Aquel día perdonaste y consolaste al arrepentido Pedro, y esperaste, esperaste mientras orabas para que Tu Hijo resucitara. María, Madre mía y Madre de Dios, te imploro Madre por mi perdón, por este corazón mío que a veces parece estar vacío, que tiene tantos ruidos, para que se transforme en Cuna de la Resurrección y allí con alegría se muestre el Rostro de Dios.

Despiera la mañana, y en esta noche larga se siente aún el frío del Maririo del Dios Vivo.

La Madre, cual preciosa Torre de Maril, se encuentra postrada implorando al Dios Nuestro para que todo lo haga nuevo. María, Esposa de Dios, Madre de la Espera, aguarda cual trémula llama la llegada de Aquel a quien ama.

Todo es silencio, y el mundo parece muero mientras las Santas Mujeres se han adelantado hacia la Tumba del Amado.

Ya llega la Aurora, y a la primera luz del día como en una cascada el cielo se abre en un poderoso Brillo que se dirige a Aquel Sepulcro escondido. La tierra se estremece, y la noche de repente se ha hecho día. ¡La Luz ilumina porque la muere ha sido vencida, Nuestro Jesús resucita!

Mira María, eres la Madre del Resucitado, y hay Alguien que ha entrado.

Todo envuelto de blanco te toma en Sus Brazos, para recibir tus besos, Él quiere cumplir tus deseos.

Tu Jesús ha vuelto y con Su Mirada resplandeciente te mira y acaricia, mientras se borran todos los dolores y heridas. ¡La Luz brilla!

Encendida del gozo de la Resurrección, María alaba y ama al Dios que la abraza en Su Corazón.

¡Todo se ha consumado!

¿A Quién buscas Magdalena? Magdalena presurosa caminas, también esperas, y te fortaleces en la esperanza recordando Sus Palabras, que sanan también tus llagas.

La tierra ha temblado y tú apuras tu paso.

El Sepulcro está abiertoo, no puedes comprenderlo, pero una luz estás viendo y dos Ángeles quieren despertarte de la amargura de Su muerte, y sin embargo aún no entiendes.

¿Dónde estás Jesús Amado, acaso de Tu Sepulcro te han robado?

De repente contemplas a Aquel Hermoso Hombre vestido de blanco, que te dice ¿por qué lloras?, ¿a Quién buscas? Pero tú todavía no lo reconoces.

Es tan Majestuosa Su Presencia que parece iluminar la tierra, y solo cuando por tu nombre te llama reconoces la presencia del Dios al que amas.

Tú, Magdalena, como embriagada de amor caes entonces a los pies de Tu Señor.

Oh dichosa Magdalena, eres la elegida para anunciar que la muerte ha sido vencida, que Jesús ha vuelto a la vida.

Tú fuiste llamada para proclamar la Pascua.

¡Dinos, dinos Magdalena a Quién has visto! Aún resuena en nuestros oídos que has visto al Dios Vivo y nos mandas a decirlo en este mundo impío. Rabboní, Maestro, permítenos anunciar Tu Pascua para sanar así toda llaga, para que la tierra sea iluminada, para que desaparezca el odio y la mentira y para que nuevamente la noche se haga día. Permítenos, Señor, proclamare Resucitado para que todo sea así transformado, renovado.

¡Aleluya al Señor de la Gloria, al Cristo Resucitado!

¡María, Señora de la Resurrección, Madre del Resucitado, ruega por nosotros para que anunciemos el triunfo del Amor!